Lo mejor de escuchar canciones nuevas es que no te recuerdan a nadie. No por mucho tiempo, porque durante unos minutos intentas encontrar alguien a quien aferrarte durante la melodía. Asocias esa letra con algún momento que hayas vivido, y poco a poco, sin darte cuenta, vuelves al instante justo en que alguien paso a ser importante. Y la canción, que hasta hace un minuto no tenía a quien recordarte pasa a ser solo una forma más de devolverte al pasado, sin preguntar, sin previo aviso. Haciéndote creer que todavía tienes algo que hacer ahí, y no, ya no tienes nada que hacer. Y aun así te quedas, te quedas para ver una vez más lo feliz que pudiste ser, quizás no por mucho tiempo, pero pudiste. Y ahora vuelves aquí, como si creyeras que hay algo nuevo, pero todo sigue igual. Como esa canción que oíste hace poco, no era nueva, pero hacia tanto tiempo que no la escuchabas que te lo pareció. Con el pasado pasa lo mismo, pero al revés. Recuerdas todo con tanta frecuencia que acabas por vivir en ello. Pero algún día miras hacia un futuro, un futuro que llevabas muchísimo tiempo perdiéndote. Y se acaba el pasado. En realidad sigue ahí, de ruido de fondo, siempre ahí. Como esa canción. Que quieras o no ya te recuerda a alguien. 

Pero no por eso dejas de escucharla.